Ayer en la comida con mi familia pensaba en que soy un ser liminal, siempre lo he sido y siempre lo he sabido, cuando estudiaba en el francés pero alucinaba a las fresas y las fresas me alucinaban a mi, pero sin darme cuenta seguía estando en la orillita de la freses (incluso aunque hoy me cueste todavía aceptarlo) y siempre he estado así, rondado entre dos mundos quedándome en la orillita de todos, pero sin pertenecer de lleno y orgullosamente a ninguno que no sea el mío.
Si pensaba esto ayer, fue porque descubrí una nueva liminalidad en mi persona, una que jamás había visto y quizás no había querido ver, ya que toca las fibras más profundas de mi ser y que creo es un poco culpable de algunos de los problemas a los que me enfrento.
Esa liminalidad, es la que me mantiene cerca y a la vez lejos de mi familia, una familia sumamente conservadora y católica, una familia a la que quiero con todo mi corazón, pero con la que a veces comparto muy poco de lo que pienso.
La vida me ha llevado por caminos extraños y he aprendido que generalmente no se es bueno por ser católico, ni malo por ello mismo, así como no se es bueno por ser ateo ni malo por eso.
He aprendido a ver a la gente más allá de su denominación de origen, a ver que en muchas ocasiones los católicos son gente extraordinaria en algunos aspectos y terribles en otros y que me he topado con más no católicos que tienen una calidad y una calidez humana extraordinaria y muchos católicos de los que quisiera correr lo más lejos posible.
Eso me ha llevado a estar en medio, a ser católica hasta el tuétano, pero no compartir muchas de las ideas tradicionalmente católicas, aunque si muchas otras.
Me ha llevado a quedarme en medio, en la rayita del ser, aguantando que muchos católicos piensen que soy muy liberal y que no soy una católica en serio y que muchos no católicos me tilden de conservadora y cerrada.
Siendo honestos esto me ha causado muchos dolores (sobre todo emocionales y espirituales, aunque de vez en cuando también estomacales), pero he llegado a una conclusión de suma importancia: mi liminalidad religiosa es una opción de vida, una opción que no pienso cambiar aunque me dificulte la existencia. Este es el lugar donde quiero estar, y la gente que realmente valga la pena me va a aceptar como soy, porque seguramente en su entorno, ellos también van a ser seres liminales, con una opción de vida, distinta a la de los demás.
Por eso, la gente a la que quiero, sean lo que sean, me han aprendido a aceptar tal cual soy, con cuantos defectos y virtudes, creencias y descreimientos pueda tener y aún cuando no los compartamos.
Si pensaba esto ayer, fue porque descubrí una nueva liminalidad en mi persona, una que jamás había visto y quizás no había querido ver, ya que toca las fibras más profundas de mi ser y que creo es un poco culpable de algunos de los problemas a los que me enfrento.
Esa liminalidad, es la que me mantiene cerca y a la vez lejos de mi familia, una familia sumamente conservadora y católica, una familia a la que quiero con todo mi corazón, pero con la que a veces comparto muy poco de lo que pienso.
La vida me ha llevado por caminos extraños y he aprendido que generalmente no se es bueno por ser católico, ni malo por ello mismo, así como no se es bueno por ser ateo ni malo por eso.
He aprendido a ver a la gente más allá de su denominación de origen, a ver que en muchas ocasiones los católicos son gente extraordinaria en algunos aspectos y terribles en otros y que me he topado con más no católicos que tienen una calidad y una calidez humana extraordinaria y muchos católicos de los que quisiera correr lo más lejos posible.
Eso me ha llevado a estar en medio, a ser católica hasta el tuétano, pero no compartir muchas de las ideas tradicionalmente católicas, aunque si muchas otras.
Me ha llevado a quedarme en medio, en la rayita del ser, aguantando que muchos católicos piensen que soy muy liberal y que no soy una católica en serio y que muchos no católicos me tilden de conservadora y cerrada.
Siendo honestos esto me ha causado muchos dolores (sobre todo emocionales y espirituales, aunque de vez en cuando también estomacales), pero he llegado a una conclusión de suma importancia: mi liminalidad religiosa es una opción de vida, una opción que no pienso cambiar aunque me dificulte la existencia. Este es el lugar donde quiero estar, y la gente que realmente valga la pena me va a aceptar como soy, porque seguramente en su entorno, ellos también van a ser seres liminales, con una opción de vida, distinta a la de los demás.
Por eso, la gente a la que quiero, sean lo que sean, me han aprendido a aceptar tal cual soy, con cuantos defectos y virtudes, creencias y descreimientos pueda tener y aún cuando no los compartamos.
3 comentarios:
No encuentro razón por la que puedas sentirte mal, y eso que pertenecemos a la misma familia... La ventaja de estar en medio de dos ríos es que puedes navegar y mirar ambos lados. Además la religión es una inea recta, y el ser humano osilará entre lineas eternamente es nuestra naturaleza, mientras más firme sea nuestra decisión en navegar sobre el rio, pienso, mejor curso daremos a la historia, nuestra historia.
Entiendo por qué te gusto tanto la pelicula.
Yo la amé desconsoladamente.
Amiga... yo admiro tu posición religiosa. Yo creo que ni religión tengo.
Se que Dios existe y que ha sido muy bueno conmigo.
Tus elecciones y tu actitud liminal te van a llevar muy lejos.
La libertad la tenés desde el momento que podés elegir por las cosas que te gustan y amas
Pd.: también tengo nuevo post en Blog
Cuando se llega al punto de poder aceptar cualquier clase de persona, sea cual sea su pensamiento y poscisión, todo lo demás deja de tener importancia y es cuando más amplia visión y opinion se tiene de las cosas, es lo mejor. who gives a fuck about the rest anyway?
Por cierto, castor salio de donde vino (link de abajo de su comida).
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