26.9.07

Las diferencias.


Domingo en la plaza afuera de Santa Sofía.

Las diferencias son muchas, y seguramente serán más de las que aquí voy a poner, porque de entrada solo mencionaré las que más se quedaron grabadas en mi mente, aquellas que rompieron todos mis esquemas.

El primero es sin duda la vestimenta femenina, por momentos yo esperaba que fuera algo muy radical, a causa de los medios, yo esperaba ver a todas las mujeres musulmanas vestidas con burka para todos lados y en realidad esperaba ver pocas mujeres.



Una de las pocas mujeres que me tocó ver, que vestían con burka, en el Palacio de Dolmabache.

La realidad es muy diferente, efectivamente están todas tapadas, pero muy pocas utilizan la burka (se ve más los fines de semana) y me llamó mucho la atención como estas mujeres (que efectivamente dejan al descubierto solo su cara) han encontrado una manera de introducir la moda europea a sus creencias y además de eso, ser verdaderamente coquetas y verse impresionantemente bonitas, porque a casi todas las ves de pantalón con algún vestido hasta la rodilla arriba, o bien con una gabardina, y una mascada que les cubre el cuello y el cabello. Esta moda, lejos de hacerlas ver extrañas, las hace ver coquetas, pues toda su ropa está perfectamente combinada y a la moda (desde la mascada, hasta los zapatos) y el hecho de que su cara sea lo único visible, sólo consigue que sea más llamativa y que se vea perfectamente enmarcada (la verdad yo quise comprar ropa de ese tipo, porque también usan unas faldas largas preciosas, pero nunca la encontré).



El segundo fue el llamado del muecín, aquí me pasaron muchas cosas; yo sabía que lo iba a escuchar, pero nunca creí escucharlo tan fuerte como era, las primeras veces que lo escuchas es una sensación que te sobrecoge totalmente; por otro lado, esperaba que cuando fuera el llamado a la oración, todo el mundo se detuviera y se pusiera a orar, y la verdad es que eso no pasa (de hecho en la parte europea, apenas se alcanza a escuchar el llamado), la mayoría continúa con su vida como si nada, algunos se acercan a las fuentes a lavarse y solo uno que otro ( en toda mi estancia solo vi a dos) saca su tapete y se pone a orar; lo que sí es que callan toda la música en restaurantes o cafeterías, durante la llamada.

Minarete de la Mezquita Azul, las bocinas desde las que se oye el llamado del muecín, están ahí.

Y en realidad una vez que te paras a razonar este evento, te das cuenta de que el simple hecho de la llamada del muecín es una cosa completamente distinta a lo nuestro, sobre todo porque se han encargado durante nuestra educación primaria de meternos en el disco duro la separación de la Iglesia y el Estado y la prohibición de actos religiosos en lugares públicos, entonces encontrarte con una realidad en la que los actos religiosos son cotidianos es una onda muy fuerte.

Y por último, uno de los elementos que más me gustó, es la paciencia con la que se vive, la vida se rige por otros tiempos, la vida se disfruta, la gente trabaja mucho, pero disfruta también, cuando regateas lo haces estableciendo relaciones humanas, no sólo económicas; cuando la gente te atiende bromea contigo; cuando beben té, lo beben con calma y paciencia, disfrutando cada sorbo que le dan; creo yo que son personas mucho más concientes del verdadero valor de las cosas, y por lo mismo no solo se preocupan por hacer dinero, por supuesto que lo hacen, pero lo hacen disfrutándolo, sin perder la dimensión humana de la vida, siendo amables, corteses, divertidos.





Pescadores a la orilla del Bósforo en domingo, todos los puentes estaban repletos de gente pescando.

Sí, Estambul y su gente me deschavetaron por completo ¿y?

19.9.07

Similitudes

Hablar de Estambul me cuesta mucho trabajo, y es que tengo tanto que decir, que no estoy muy segura de por donde empezar.

Hay montones de cosas que quiero contar, pero voy a empezar por algo que me llamó mucho la atención: la similitud que hay entre los estambulís y nosotros los mexicanos.

Fue impactante y sin duda algo que no esperaba, ver tantos parecidos y aunque en un principio me sentí tentada a pensar que se debía a la intermediación de los españoles, tuve que desechar esa teoría rapidamente, porque simplemente muchas de las semejanzas que tenemos, no son compartidas por los habitantes de la peninsula ibérica.

Entre estas similitudes está la venta de elotes asados y hervidos en carritos en la calle o en los parques; el elote es distinto, porque allá utilizan los amarillos que son más dulces, y por supuesto no le echan mayonesa, queso y chile piquín, pero al menos en mi caso es el primer lugar del mundo en donde veo eso, además de México.


Si eso fue impactante, mi sorpresa fue aún mayor al ver señores vendiendo algodones de azucar, clavados en un palo, en una escena que fácilmente pudo haber sido en Coyoacán; también hay boleros en las plazas y puestos con pepitas y garbanzos (además de otras semillas que no conozco).


Sin embargo, creo que la mayor similitud que pude apreciar, radicó en lago que iba más allá de mis sentidos externos, pero que también los involucraba: el carácter.

Los estambulís, al igual que los mexicanos, son alegres, les gusta bromear y reírse, son de trato fácil y además ruidosos, lo que permite sentir a Estambul como una ciudad viva por ella misma, y no en función de los turistas que pueda o no tener.


Además son cálidos, te hacen sentir en casa, no como un extranjero que está de visita, si no, casi, como si pertenecieras a ese lugar.

Por eso para mi fue tan fácil sentirme cómoda en Estambul, porque pude apreciar todas sus riquezas, pero sin la comodidad de la extranjería.

Datos curiosos:
Taxi se dice: Taksi.
Policia se dice: Polis.
(había otras palabras parecidas, pero ya no me acuerdo de ellas)
Además tienen Zempazuchil!!!!!! (sigo traumada por eso).

17.9.07

Empieza Estambul

Entrada al palacio de Topkapi (primer palacio de los sultanes), Estambul, Turquía.

13.9.07

Antes que todo, estuvo Venecia

Estambul me llenó los sentidos, la cabeza y el corazón, por eso me es tan difícil hablar de Venecia, porque de alguna forma extraña quedó lejos en un pequeño rincón de mi memoria, y justamente por eso es que quiero hablar de ella primero, ya que relegarla al olvido sería una injusticia de mi parte ante tanta belleza.

Venecia, sin duda, es una cortesana como bien se le ha llamado a lo largo de la historia, sin embargo es evidente que sus mejores días ya pasaron, lo cual lejos de afearla le da un toque de sabiduría y de historia único.


Como buena cortesana se arregla para recibir a sus visitantes, se pinta y se pone guapa, pero no hay afeites que puedan tapar sus desconchados y sus deshabitados, que no son más que arrugas en su cara, arrugas que están ahí por haber reído y llorado en el pasado y que el visitante agradece ver, pues de otra manera su perfección llegaría a un grado tan abrumador que sería imposible disfrutarla y perdería su toque humano.


Se sigue vendiendo al mejor postor, o al menos esa es la impresión que da, porque en cada esquina sientes que si tuvieras el dinero necesario, se vendería ella misma, solo que su historia y su sabiduría obtenida con los años, ponen un precio muy alto.


Pero al haber sido la cortesana más bella y hábil y teniendo actualmente una belleza otorgada por el tiempo, la hacen diga de una admiración asombrosa, y eso la hace estar llena de gente como yo que va a admirarla, impidiendo por completo el conocer su verdadera personalidad y entregándola a una actuación permanente hacia los miles de turistas que la visitan.
En suma, elegante y fastuosa, es una ciudad que vale la pena conocer, que cuando te adentras en sus callejones y canales supera completamente cualquier expectativa; en la cual, si logras salirte de la parte en la que los turistas fluyen en un caudal impresionante, te puedes hacer de unas memorias y de una estética que difícilmente podrías encontrar en otro lugar.