18.8.10

CONFESIONES

Tengo que decirlo: soy católica, y no católica de nombre, sino de esas que van a misa muchos domingos, que trato de ayudar en lo que puedo.

Por si eso no fuera suficiente, creo que queda claro que soy mujer, y además, tengo amigos gays y a uno de ellos tuve la fortuna de conocerlo en la iglesia y es una parte activa e importante de nuestra comunidad.

Y de pronto me vuelvo a encontrar en medio de la nada, o en medio de todo, porque elegí pertenecer a una Iglesia que, institucionalmente no me acepta ni acepta a muchos de los que la conforman.

La Iglesia no me acepta porque soy mujer y todo parece indicar que las jerarquías no se han enterado de que somos mayoría, tampoco me acepta porque creo en la importancia de la anticoncepción y de la difusión de métodos de prevención y planeación familiar, no me acepta, tampoco, porque creo que los matrimonios gay son tan válidos como cualquier otro matrimonio (y considero que en ocasiones podrían ser mucho más sacramentales que muchos matrimonios heterosexuales), y por supuesto, creo que pueden ser tan buenos padres como cualesquiera otros, porque estoy convencida de que la calidad humana no está supeditada a la sexualidad en ningún sentido y a ningún nivel.

¿Qué si es difícil pertenecer a una Iglesia que me rechaza, que en mi condición de mujer incluso me ha vuelto a limitar y a negar como parte fundamental de ella?, por supuesto que lo es, y sin embargo sigo creyendo que uno no puede quejarse de algo si no está dispuesto a ser parte de la solución, creo que por eso sigo siendo parte, porque sigo creyendo que si le echo ganas y soy congruente (al menos en la medida de mi humana posibilidad) con esa enseñanza de amor que Cristo trajo, pues entonces eventualmente podré ir haciendo un cambio, aunque sea a pequeña escala.

Y no he podido evitar sentirme lastimada en fechas recientes debido a las declaraciones de ese señor Sandoval Iñiguez (al cual no considero un pastor, como a muchos “jerarcas” mexicanos), me siento lastimada porque me da vergüenza decir que soy parte de esa iglesia, porque tanta intolerancia y tanta estupidez junta es asombrosa en una figura pública y mucho más cuando al menos nominalmente me representa, y me he sentido lastimada por la intolerancia de los no católicos, porque con frecuencia me he encontrado con que aquellos que se quejan de la intolerancia de los católicos son igualmente intolerantes y además tienen la mala costumbre de generalizar, porque hablan de “los católicos” como si el cardenal de Guadalajara, o el de la Ciudad de México y yo, fuéramos iguales y de verdad yo hago un esfuerzo constante y consciente por no ser como ellos y como yo, tengo la fortuna de conocer a muchos católicos que buscan formar una Iglesia diferente, cuya cara sea realmente la cara de todos, donde la ley que rija sea la del amor y todo lo que conlleva.