7.5.07

VIvir entre dos mundos

Ayer en la comida con mi familia pensaba en que soy un ser liminal, siempre lo he sido y siempre lo he sabido, cuando estudiaba en el francés pero alucinaba a las fresas y las fresas me alucinaban a mi, pero sin darme cuenta seguía estando en la orillita de la freses (incluso aunque hoy me cueste todavía aceptarlo) y siempre he estado así, rondado entre dos mundos quedándome en la orillita de todos, pero sin pertenecer de lleno y orgullosamente a ninguno que no sea el mío.

Si pensaba esto ayer, fue porque descubrí una nueva liminalidad en mi persona, una que jamás había visto y quizás no había querido ver, ya que toca las fibras más profundas de mi ser y que creo es un poco culpable de algunos de los problemas a los que me enfrento.

Esa liminalidad, es la que me mantiene cerca y a la vez lejos de mi familia, una familia sumamente conservadora y católica, una familia a la que quiero con todo mi corazón, pero con la que a veces comparto muy poco de lo que pienso.

La vida me ha llevado por caminos extraños y he aprendido que generalmente no se es bueno por ser católico, ni malo por ello mismo, así como no se es bueno por ser ateo ni malo por eso.

He aprendido a ver a la gente más allá de su denominación de origen, a ver que en muchas ocasiones los católicos son gente extraordinaria en algunos aspectos y terribles en otros y que me he topado con más no católicos que tienen una calidad y una calidez humana extraordinaria y muchos católicos de los que quisiera correr lo más lejos posible.

Eso me ha llevado a estar en medio, a ser católica hasta el tuétano, pero no compartir muchas de las ideas tradicionalmente católicas, aunque si muchas otras.

Me ha llevado a quedarme en medio, en la rayita del ser, aguantando que muchos católicos piensen que soy muy liberal y que no soy una católica en serio y que muchos no católicos me tilden de conservadora y cerrada.

Siendo honestos esto me ha causado muchos dolores (sobre todo emocionales y espirituales, aunque de vez en cuando también estomacales), pero he llegado a una conclusión de suma importancia: mi liminalidad religiosa es una opción de vida, una opción que no pienso cambiar aunque me dificulte la existencia. Este es el lugar donde quiero estar, y la gente que realmente valga la pena me va a aceptar como soy, porque seguramente en su entorno, ellos también van a ser seres liminales, con una opción de vida, distinta a la de los demás.

Por eso, la gente a la que quiero, sean lo que sean, me han aprendido a aceptar tal cual soy, con cuantos defectos y virtudes, creencias y descreimientos pueda tener y aún cuando no los compartamos.