...son mis primas las bonitas.
Como todo en esta vida, la belleza y la fealdad son términos relativos; en realidad creo que no soy fea, sin embargo, creo que mi belleza es una belleza sin
aspavientos, sin notoriedad, no soy una persona que voltees a ver por su belleza cuando entro en un restaurante, creo que más bien soy del tipo que tienes que observar para encontrarme bonita.
Por supuesto me tardé muchos años en llegar a esta conclusión, porque dur
ante toda mi adolescencia me sentí fea y creía que sólo de vez en cuando era capaz de verme más o menos bien.
En gran medida, esto se debió a que tengo dos primas de Guadalajara, a las que por lo general veía durante los veranos, y aunque disfrutaba su visita, en la adolescencia me empezó a pesar su presencia, sobre todo en los terrenos de la estética.
Yunuen, Flor e Itzia, así se llaman, son un extraordinario estereotipo de su estado, son bonitas, están buenas, se tardan dos horas en arreglarse diario y tienen una confianza en si mismas que a mi me sigue apabullando.
Por supuesto, cuando venían de visita y salíamos a algún lugar, todas las miradas se centraban en ellas; en especial recuerdo una ocasión en la que ellas iban caminando juntas y atrás veníamos Nayeli y Rocío, dos de mis mejores amigas, y yo; cuando ellas caminaban, todos los hombres volteaban a verlas, pero en cuanto nosotras entrábamos en su campo visual, todos miraban a otro lado, me sentí una especie de guardaespaldas de la belleza, una belleza que se podía admirar pero no por demasiado tiempo, y para eso estaba yo.
Pocas veces me sentí tan horrible, y el problema fue que esa escena comenzó a repetirse con frecuencia y yo cada vez me sentía más fea, al punto de que a pesar del cariño que les tengo, deseaba que dejaran de visitarme; por supuesto, el problema radicaba en gran medida, a que ellas se vestían con jeans y playeras ajustadas, usaban el pelo largo y bien peinado y se maquillaban con esmero y exceso, mientras que yo me conformaba con mis pantalones cargo rotos, mis playeras talla grande, mis huaraches de cuero, mi pelo casi a rape y mi cara recién lavada; aún hoy, gente que me conoce y ve fotos de esa época, no puede evitar preguntarme que quién es el chavo de la foto.
Gracias a dios con el tiempo he mejorado un poco en mi aspecto personal, ahora uso el pelo más largo y ya no me da miedo mostrar lo poco que tengo de figura, porque siendo sinceros, ese no es mi fuerte; así es como he llegado a la conclusión de que soy dueña de una belleza serena, sin excesos; sin embargo, aún hoy, cuando salgo con ellas, no tengo más remedio que aceptar que la velada, sin duda, será suya.
1 comentario:
¡Bravo querida!
que gran maravilla.
Me encantó el texto y las fotos lo completan perfecto, luego nos tenemos que sentar para hacer lo del cuento. Hay que ponerle fecha la siguiente semana que no estoy de cierre.
Te quiero clara la hermosa.
O.
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