Lo siento, soy de temas recurrentes

Tengo muchas misteriosas llamas, unas más importantes que otras, por supuesto que la gente que quiero y que me quiere es la más fuerte y grande, algunos libros y algunas piezas de música son algo importante, sin embargo hay una misteriosa llama, que si bien era intuida hace mucho, fue descubierta apenas en el 2007.

Como muchos de ustedes sabrán en el 2007, tuve la oportunidad de conocer una de las cunas de occidente, hasta donde he alcanzado a pensar y experimentar la más rica, mágica y hermosa: Estambul/ Constantinopla.
vista desde el Bósforo
Ya se que deben estar hartos queridos lectores, que han leído mis reflexiones de Estambul hasta el cansancio (evidentemente suyo de ustedes, queridos lectores), sin embargo, ojalá que dicho cansancio haya pasado, al menos parcialmente, y lean este post.

El recuerdo de Estambul se debe, en gran medida, a un libro llamado La Sublime Puerta, lo compré en septiembre del año pasado en la feria del libro del zócalo, como por 30 pesos. El motivo principal de mi compra fue que el personaje principal se llamaba Luís María Monroy, y como ustedes sabrán (atentos y constantes lectores), ese es un nombre recurrente en mi familia, y no sólo eso, además es el nombre de mi tatarabuelo, sobre el cual hice mi artículo de titulación y que resulta ser otra misteriosa llama; pero por si eso era poco, la novela se desarrollaba en el Estambul de Solimán y Roxelana, periodo del cual me he leído ya un par de cosas, y que sin duda es interesante, pues si bien los “moros” intentaron conquistar occidente, y pelearon hasta cansarse, la verdad es que en sus territorios aprendieron a convivir de forma natural con los cristianos.
Vista de la Mezquita azul desde el Arcadia
Y conforme leía el libro (sobre todo a partir del momento en que Monroy llega como esclavo de un Bajá a Estambul) me encantó poder pensar en como sería el palacete de madera que se había salvado de los incendios, y pensar en las pocas iglesias cristianas que hay en la parte del Gálata, y los cruces por el Eminönu, a través de l cuerno de oro.

Y es que la verdad, no dejo de pensar que una parte de mi, al menos pequeña, se quedó en Estambul, en sus calles llenas de sol, en el canto del muecín a las 3 de la mañana (o algo así), la gente calida y los vendedores dispuestos a decir todo lo posible con tal de venderte algo en el idioma que sea.
Puesto en el Gran Bazar Sí, es venta de nueces
Quizá se deba a que los hombres no sólo son guapísimos, sino que además resultan encantadores y las mujeres diferentes y hermosas, o a sus artesanías, o a que el tulipán es su flor nacional (sí, un sultán decidió que eran las flores más hermosas y las importó desde Holanda), o a que venden algodones de azúcar, elotes y nueces en la calle; o a que hay zempasuchitl en las calles.
No me imaginé el zempasuchitl, ahí estaba Puesto de elotes.

Quizá simplemente se deba a que es la cuna de occidente, a que junta lo mejor de Europa y del medio oriente, a que tiene varias muestras de la arquitectura más hermosas del mundo, o simplemente a que se llama Estambul y antes se llamó Constantinopla; o porque me encantan el mundo árabe, pero yo me quedé prendada y por lo que sé, ha sido el único lugar del mundo donde he podido pensar que me podría quedar a vivir sin demasiados problemas, y eso lo convierte en una de las más grandes misteriosas llamas que han aparecido en mi vida; y cada que vuelva a aparecer y a remover mis experiencias, volveré a postear sobre él.